Por Oscar Muñiz
Recordar es una atribución del ser humano.
Existen dos tipos de memoria, una inmediata y la otra
remota. Estas dos memorias ayudan al ser humano a ser un individuo integral por
excelencia; con la primera memoria recordamos los acontecimientos próximos al
presente, aquellos recuerdos que en plazos relativamente cortos nos permite
comportarnos en sintonía con lo que a cada individuo le resulta importante y
necesario. La memoria remota es la que nunca abandona al individuo, es la que
se retiene, por lo general, hasta el
final de la vida, es lo más preciado o lo menos probable que el ser humano
pierda.
Los cuentos infantiles son maravillosos, como maravilloso es
colorear dibujos de aquellos que se vendían en las librerías y hoy se
encuentran en kioscos o supermercados. Cuando niños padecíamos de sarampión,
paperas o de un simple resfrío, las laminas para colorear y los lápices de
colores eran el antídoto contra el aburrimiento y el tedio. Los patines, el
trompo, las canicas y el bolero tenían que esperar mejores tiempos, hasta que
el restablecimiento total se lograse.
Nuevamente al colegio, ese martirio insufrible que llenaba
el tiempo tres hora por la mañana y tres horas y media por la tarde, tenía su recompensa;
de estar enjaulado durante seis horas y media de lunes a viernes, salir del
colegio, disfrutar de los helados y turrones que nos esperaban. Uno no puede
olvidar al heladero, al turronero, a la viejita vendedora de maní, mashka,
coco, habas tostadas, dulces limeños, que vendían para llevar a su hogar unas
cuantas monedas para el sustento de su familia; cada paquetito de sus productos
costaban cinco centavos de sol. A la par de estos diarios personajes había el
panadero y el vendedor de pescado, y alguno que otro que pregonaba inusuales mercancías
difíciles de encontrar con facilidad.
En este mundo casi idílico el papel protagonizaba el rol
estelar. La mayoría de las mercancías eran empaquetadas en papel que se vendía
en librerías y era más conocido como papel cometa, era un papel usado para
forrar las estructuras de las cometas, si bien es cierto habían de diferentes
colores, el más usado para envolver los dulces era el de color
crema-blanquecino ya que al contacto con la mercancía no se desteñía y con esto
se evitaba problemas de salud.
Esto sucumbió allá por la década de los setenta, cuando no tímidamente
aparecieron los productos importados. Solo un tipo de vendedor de golosinas, el
heladero, convirtió su triciclo heladería rodante en tienda rodante de
chocolates, galletas, caramelos y dulces en general. Aquellas figuras para
colorear, los vendedores ambulantes de golosinas que endulzaron nuestra niñez, de
pronto desaparecieron de circulación para dar paso a los donat, a la pizza. Los
chocolates siguieron en el mercado a costa de ver languidecer los dulces típicos
de Lima, aunque una que otra tienda en las zonas marginales de la ciudad expendían
estos maravillosos y ricos dulces.
Pero volvamos al papel. ¿Quién no recuerda que el pregonero
que vendía pescado al entregar la pieza marina al comprador la envolvía en
papel periódico? ¿Recuerdan que en la mayoría de panaderías de los barrios el pan
francés se envolvía en papel blanco alisado, uniendo punta con punta opuesta en
un cachito para que no se caiga el pan? ¿Quién no ha sido testigo que en los
chifas los platos tan deliciosos que se compraban para llevar al hogar eran
envueltos en papel contra la humedad del mismo potaje?
Otra costumbre de la época era usar canastas hechas de paja
con dibujos a colores donde cabían las verduras, frutas, embutidos, comprados
en el mercado.
Esto y mucho mas pertenecía al mundo del papel, en donde
hasta la bolsa de papel era la vedet, pues los alimentos eran conservados con garantía
hasta pasadas las veinte y cuatro horas. Hasta que le llego la hora de su defunción
que paulatinamente cual moribundo atacado irremediablemente por la modernidad y
la disminución de los costos de la comercialización tuvo que sucumbir, dando
paso a la era del plástico.
Todo tipo de papel fue reemplazado por el plástico, en sus
variadas presentaciones, por las bolsas de plástico, los taper, los frascos de
vidrio por frascos de plástico, todo fue reemplazado por envoltorios de plástico;
en el mejor de los casos, estos tenían impreso logos de los propios empresarios
y en el peor de los casos eran unas simples bolsas de color blanco tísico o negro
del color de la conciencia de los mercachifles.
Esta avalancha plástica no solo inundo los mercados, se hizo
extensivo en todo el comercio, desde el sector salud hasta el comercio mas mundano,
por ultimo para envolver los desperdicios no solo domésticos. Así se inauguró
la era del plástico, cuando dándole la ultima estocada al papel los grandes
almacenes en toda extensión del término introdujeron el menaje de plástico, los
utensilios para cocinar, bajilla en general, cubiertos de mesa, hasta no
faltaron los aditamentos para “cocinar” en los hornos micro-ondas. Las hipodérmicas
dejaron de ser de vidrio para ser reemplazadas por las desechables de un solo
uso.
Hasta el día de hoy todo o casi todo fue reemplazado por el plástico.
La era del papel dejo de existir, sin que nadie lo notara, sin nadie reclamara.
Solo quedo el recuerdo, el recuerdo remoto de otra época que marco muchas
vidas. Tal vez quede un consuelo, así como hubo la era del papel, también hubo
la era de la tela y producto de ella fue que se utilizó la servilleta de tela, la
cual fue reemplazada por las servilletas de papel, todo en aras de la
modernidad, de los menores costos y del ahorro de trabajo; esta fue la era del
descartable, una variante de la era de plástico.
Han pasado por lo
menos sesenta años desde que la era del plástico se instalo en nuestras vidas
pero hasta hace dos décadas no se tenía idea del inmenso problema que causaría.
Recién a finales de los años setenta, inicios de los ochenta, se inicia una
campaña para tomar conciencia sobre el tema ecológico y medio ambiental. Países
industrializados con experiencia sobre contaminación ambiental hacen sonar la
alarma sobre el riesgo, no faltan desastres ambientales producto de la explotación,
transporte y comercialización de productos de alto riesgo, zonas enteras son devastadas
por la contaminación con productos químicos, pueblos enteros son contaminados
por residuos tóxicos, lo mismo que los mares, bosques y urbes enteras.
Solo
hace treinta años los organismos multinacionales exigieron por primera vez un
sustento técnico ambiental para sus inversiones en desarrollo y, apenas solo
hace una década las exigencias para hacer inversiones en el Perú exigieron lo
mismo; este requisito más o menos se ha consolidado, aunque es solo un embrión en
un mar de arbitrariedades, de corrupción e influencias nefastas.
Digámoslo mas claramente, hasta la década de los sesenta en
que duro la era del papel nunca se había visto la magnitud del desastre, jamás nadie
se hubiera imaginado que el océano se convirtiese en un botadero donde sus
aguas son el almacén mas grande jamás imaginado de la era de plástico. La vida
submarina pende de un hilo y con ella la cadena alimenticia, pues no basta con
haber destruido millones de hectáreas de bosques, contaminado ríos, hoy se suma
la destrucción del fondo marino incluyendo la fauna y la flora marina, con ella
nuestra fuente de alimentación y por ende la vida en el sentido más amplio de
la palabra incluida la nuestra.
Sin duda el derrotero esta frente a nosotros sea el rumbo
que se tome, todo el mar está inundado con plástico, desperdicio que ahoga sin
misericordia la esperanza de nuestro porvenir.
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