16 de octubre de 2013

Recuerdos y realidades









Por Oscar Muñiz



Recordar es una atribución del ser humano.

Existen dos tipos de memoria, una inmediata y la otra remota. Estas dos memorias ayudan al ser humano a ser un individuo integral por excelencia; con la primera memoria recordamos los acontecimientos próximos al presente, aquellos recuerdos que en plazos relativamente cortos nos permite comportarnos en sintonía con lo que a cada individuo le resulta importante y necesario. La memoria remota es la que nunca abandona al individuo, es la que se retiene, por lo general,  hasta el final de la vida, es lo más preciado o lo menos probable que el ser humano pierda.

Los cuentos infantiles son maravillosos, como maravilloso es colorear dibujos de aquellos que se vendían en las librerías y hoy se encuentran en kioscos o supermercados. Cuando niños padecíamos de sarampión, paperas o de un simple resfrío, las laminas para colorear y los lápices de colores eran el antídoto contra el aburrimiento y el tedio. Los patines, el trompo, las canicas y el bolero tenían que esperar mejores tiempos, hasta que el restablecimiento total se lograse.

Nuevamente al colegio, ese martirio insufrible que llenaba el tiempo tres hora por la mañana y tres horas y media por la tarde, tenía su recompensa; de estar enjaulado durante seis horas y media de lunes a viernes, salir del colegio, disfrutar de los helados y turrones que nos esperaban. Uno no puede olvidar al heladero, al turronero, a la viejita vendedora de maní, mashka, coco, habas tostadas, dulces limeños, que vendían para llevar a su hogar unas cuantas monedas para el sustento de su familia; cada paquetito de sus productos costaban cinco centavos de sol. A la par de estos diarios personajes había el panadero y el vendedor de pescado, y alguno que otro que pregonaba inusuales mercancías difíciles de encontrar con facilidad.

En este mundo casi idílico el papel protagonizaba el rol estelar. La mayoría de las mercancías eran empaquetadas en papel que se vendía en librerías y era más conocido como papel cometa, era un papel usado para forrar las estructuras de las cometas, si bien es cierto habían de diferentes colores, el más usado para envolver los dulces era el de color crema-blanquecino ya que al contacto con la mercancía no se desteñía y con esto se evitaba problemas de salud.     

Esto sucumbió allá por la década de los setenta, cuando no tímidamente aparecieron los productos importados. Solo un tipo de vendedor de golosinas, el heladero, convirtió su triciclo heladería rodante en tienda rodante de chocolates, galletas, caramelos y dulces en general. Aquellas figuras para colorear, los vendedores ambulantes de golosinas que endulzaron nuestra niñez, de pronto desaparecieron de circulación para dar paso a los donat, a la pizza. Los chocolates siguieron en el mercado a costa de ver languidecer los dulces típicos de Lima, aunque una que otra tienda en las zonas marginales de la ciudad expendían estos maravillosos y ricos dulces.

Pero volvamos al papel. ¿Quién no recuerda que el pregonero que vendía pescado al entregar la pieza marina al comprador la envolvía en papel periódico? ¿Recuerdan que en la mayoría de panaderías de los barrios el pan francés se envolvía en papel blanco alisado, uniendo punta con punta opuesta en un cachito para que no se caiga el pan? ¿Quién no ha sido testigo que en los chifas los platos tan deliciosos que se compraban para llevar al hogar eran envueltos en papel contra la humedad del mismo potaje?
Otra costumbre de la época era usar canastas hechas de paja con dibujos a colores donde cabían las verduras, frutas, embutidos, comprados en el mercado.

Esto y mucho mas pertenecía al mundo del papel, en donde hasta la bolsa de papel era la vedet, pues los alimentos eran conservados con garantía hasta pasadas las veinte y cuatro horas. Hasta que le llego la hora de su defunción que paulatinamente cual moribundo atacado irremediablemente por la modernidad y la disminución de los costos de la comercialización tuvo que sucumbir, dando paso a la era del plástico.

Todo tipo de papel fue reemplazado por el plástico, en sus variadas presentaciones, por las bolsas de plástico, los taper, los frascos de vidrio por frascos de plástico, todo fue reemplazado por envoltorios de plástico; en el mejor de los casos, estos tenían impreso logos de los propios empresarios y en el peor de los casos eran unas simples bolsas de color blanco tísico o negro del color de la conciencia de los mercachifles.

Esta avalancha plástica no solo inundo los mercados, se hizo extensivo en todo el comercio, desde el sector salud hasta el comercio mas mundano, por ultimo para envolver los desperdicios no solo domésticos. Así se inauguró la era del plástico, cuando dándole la ultima estocada al papel los grandes almacenes en toda extensión del término introdujeron el menaje de plástico, los utensilios para cocinar, bajilla en general, cubiertos de mesa, hasta no faltaron los aditamentos para “cocinar” en los hornos micro-ondas. Las hipodérmicas dejaron de ser de vidrio para ser reemplazadas por las desechables de un solo uso.






Hasta el día de hoy todo o casi todo fue reemplazado por el plástico. La era del papel dejo de existir, sin que nadie lo notara, sin nadie reclamara. Solo quedo el recuerdo, el recuerdo remoto de otra época que marco muchas vidas. Tal vez quede un consuelo, así como hubo la era del papel, también hubo la era de la tela y producto de ella fue que se utilizó la servilleta de tela, la cual fue reemplazada por las servilletas de papel, todo en aras de la modernidad, de los menores costos y del ahorro de trabajo; esta fue la era del descartable, una variante de la era de plástico.

 Han pasado por lo menos sesenta años desde que la era del plástico se instalo en nuestras vidas pero hasta hace dos décadas no se tenía idea del inmenso problema que causaría. Recién a finales de los años setenta, inicios de los ochenta, se inicia una campaña para tomar conciencia sobre el tema ecológico y medio ambiental. Países industrializados con experiencia sobre contaminación ambiental hacen sonar la alarma sobre el riesgo, no faltan desastres ambientales producto de la explotación, transporte y comercialización de productos de alto riesgo, zonas enteras son devastadas por la contaminación con productos químicos, pueblos enteros son contaminados por residuos tóxicos, lo mismo que los mares, bosques y urbes enteras.

Solo hace treinta años los organismos multinacionales exigieron por primera vez un sustento técnico ambiental para sus inversiones en desarrollo y, apenas solo hace una década las exigencias para hacer inversiones en el Perú exigieron lo mismo; este requisito más o menos se ha consolidado, aunque es solo un embrión en un mar de arbitrariedades, de corrupción e influencias nefastas.

Digámoslo mas claramente, hasta la década de los sesenta en que duro la era del papel nunca se había visto la magnitud del desastre, jamás nadie se hubiera imaginado que el océano se convirtiese en un botadero donde sus aguas son el almacén mas grande jamás imaginado de la era de plástico. La vida submarina pende de un hilo y con ella la cadena alimenticia, pues no basta con haber destruido millones de hectáreas de bosques, contaminado ríos, hoy se suma la destrucción del fondo marino incluyendo la fauna y la flora marina, con ella nuestra fuente de alimentación y por ende la vida en el sentido más amplio de la palabra incluida la nuestra.

Sin duda el derrotero esta frente a nosotros sea el rumbo que se tome, todo el mar está inundado con plástico, desperdicio que ahoga sin misericordia la esperanza de nuestro porvenir.   

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