La preocupación sobre el cambio climático viene siendo un tema de primer orden en todos los países. Las agendas gubernamentales como la de los organismos internacionales se ven, en muchos casos, copados por el interés y la urgencia de los organismos no gubernamentales y de la población civil.
Desde la simple familia hasta los centros académicos más prestigiosos ahondan sus reclamos y profundizan su conocimiento sobre problemas como el fenómeno invernadero y el cambio climático; todas las alteraciones en el clima y los consiguientes daños que estos ocasionan cuando los fenómenos naturales desatan la furia de la naturaleza sobre sus propiedades o actividades que son su único sustento de vida, es la preocupación central.
El Banco Mundial publicó datos sobre las emisiones de dióxido de carbono CO2 (TM/capita) para los años 2005 y 2006. En esta tabla se observa hasta tres grupos de países que en función de sus emanaciones se pueden distinguir:
Países con mayor emisión de CO2 (= ó < 20): Alemania, Australia, Bélgica, EEUU, Groenlandia, Irlanda, Israel, Italia, Japón, Luxemburgo, Reino Unido, Canadá.
Países con mediana emisión de CO2 (< 5): Argentina, Bolia, Brasil, Chile, Colombia, Cuba, Ecuador, México, Perú, Uruguay, Venezuela.
Países con baja emisión de CO2 (< 0.06): Afganistán, Angola, Bangladesh, Benin, Bhután, Camboya, Camerún, Congo, Etiopia, Filipinas.
Es muy clara la división según el indicador país/emisión, pues cuanto más industrializado sea este, mayores serán las emisiones de CO2.
El costo que deben pagar los países poco industrializados es enorme, cuando los fenómenos naturales (inundaciones, huracanes) producen ingentes pérdidas en bienes materiales, en la agricultura-ganadería, vidas humanas.
Se requiere de una reversión industrial con voluntad política; y limitaciones a las ganancias, que desde la revolución industrial solo han permitido la configuración de este desastre, que al final de cuentas es el motor de semejante despropósito ambiental.
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