Oscar Muñiz C.
La producción y
consumo de cocaína en los últimos treinta y cinco años tiene un notorio repunte.
En el Perú se extendió de manera silenciosa y marginal. En la actualidad la
labor de comercialización se hace atraves de los llamados “paqueteros”. En
muchos casos son los clanes familiares los que comercializan la pasta básica de
cocaína y el clorhidrato de cocaína. Casi siempre los narcotraficantes se
encuentran en el anonimato o simplemente son poco nombrados.
El clorhidrato de cocaína
se encuentra legalizado en el Perú para uso personal. Su comercialización es lo
prohibido.
El Art. 299 del código
penal del Perú indica la posesión no punible de drogas para el consumo personal.
La cantidad es que no exceda de cinco gramos de pasta básica de cocaína, dos
gramos de clorhidrato de cocaína, ocho gramos de marihuana o dos gramos de sus
derivados, un gramo de látex de opio o dos cientos miligramos de sus derivados.
Se excluye la posesión de dos o más tipos de drogas.
Algunos de los titulares periodísticos que denotaban la efervescencia
mediática de los años 1980 cuando trataban el problema del narcotráfico, la
producción de cocaína o sobre las plantaciones de hoja de coca en el Perú, fue
el claro reflejo de la situación de sorpresa en que se encontraban los
políticos y los no tanto.
Estos son algunos titulares periodísticos de la época: Meese
(1) propone crear una fuerza
multinacional contra el narcotráfico. Confirman que narcos ayudaron a la
“Contra”. Cuarenta países armonizan
leyes para combatir el narcotráfico. Plan
de Reforestación Jenaro Herrera en Loreto: Proyecto que es una esperanza para
la amazonia. Dice Meese, EE.UU. ampliará su ayuda económica a Perú para lucha
antidroga. Narcos espiaron conversaciones de Belisario Betancur. Informe ONU:
Hay maridaje de Sendero y narcotráfico. Bogotá: teléfono presidencial fue
interferido por “narcos”.
Este es un ejemplo de la manera en que se informaba al público
sobre los acontecimientos relacionados con el narcotráfico. Podría argumentarse
que solo eran los pasquines de la época los que se encargaban de publicar este
tipo de noticias, y que a la larga terminaría siendo ridiculizada como
exageraciones; sin embargo hasta el “decano” de la prensa peruana informaba no
solo en su sección ECOLOGIA, también en sus primeras planas a doble columna,
como si fuera un caso anecdótico la interceptación telefónica al ex presidente
colombiano Belisario Betancur (2).
No solo la manera periodística era el conducto cotidiano
para informar, también existía información más elaborada. Sobre el tema, existía
un manifiesto interés por los organismos de investigación social, económica y
ecológica. No pocas publicaciones de
carácter informativa discurrían por el medio, pues hasta entidades que
publicaban regularmente acontecimientos de carácter académico se sumaban con
énfasis en la historia, en los usos o en los aspectos culturales tanto de la
hoja de coca como sobre creencia ancestrales, mitos y demás expresiones
socio-culturales. Al respecto, entre el 08 y el 14 de noviembre de 1985, dentro
de las actividades programadas en la investigación socioeconómica del proyecto
Vigilancia Ecológica de la Degradación de las Tierras y Desertificación en el Perú,
Monitoreo Ecológico, Huallaga –Central y
Bajo Mayo 1985-1988 (Auspiciado y Financiado por el Programa del Golfo Árabe
para las Organizaciones de las Naciones Unidas para el Desarrollo AGFUND – Programa de las
Naciones Unidas para el Medio Ambiente PNUMA – Oficina Nacional de Evaluación
de Recursos Naturales ONERN) se efectuó el primer sondeo socioeconómico en la zona
de Tarapoto-Morales-Shilcayo-Rumisapa-Cuñumbuque-Cacatachi, realizado por el
economista y especialista en planificación ambiental Oscar Muñiz Corro.
Cuando Edwin Meese visito Bogotá en abril de 1988, luego de
una reunión con el presidente Virgilio Barco, sostuvo que la creación de una
fuerza multinacional para combatir el narcotráfico era una posibilidad a largo plazo. Hoy después de 30 años las
bases norteamericanas pululan en Colombia, aunque Meese subrayaba en aquella
época que “El gobierno colombiano no nos ha pedido ayuda militar y jamás consideramos
enviar soldados norteamericanos aquí sino hay una solicitud expresa de
Colombia”.
Así se expresaba el procurador general de EUA después de
reunirse con el presidente Barco y el ministro de justicia Enrique Low Murtra, después
de haber hablado sobre el compromiso
mutuo en la lucha contra la droga. También rechazo la posibilidad de legalizar
la droga como una manera de solución al problema.
Días después Edwin Meese llegaría a Lima-Perú, con el
propósito de ampliar la ayuda económica al Perú para la lucha antidroga. Esta
ayuda llegaría hasta los US$ 70 millones. El compromiso al que se refirió
Meese, fue el trabajo con Alan García Pérez, que por aquel entonces era presidente del Perú (1988).
En aquella época el jefe de la Oficina de Control de Drogas
(DEA) John C. Lawn, puntualizo sobre un
ingreso anual a EUA de 80 TM de clorhidrato de cocaína que procedía de Perú-Colombia-Bolivia.
A su vez, Meese informo que en su reunión con el ministro peruano del Interior,
Dr. José Barsallo Burga, planteo la posibilidad de la utilización de
herbicidas para erradicar los cultivos
de coca, asunto que no prospero por la gran oposición, inclusive oposición de
los organismos estatales relacionados con los estudios de los recursos naturales
y el medio ambiente.
En setiembre de 1988, la ciudad de Lima se reunieron
representantes de 40 países de América Latina, el Caribe, Europa y EUA, reunión
que tenía como propósito formular acciones para combatir el tráfico de drogas, y
auspiciada por la Organización de las
Naciones Unidas. En esta reunión que buscaba armonizar las legislaciones de los países productores y
consumidores de drogas, como también la posibilidad de confiscar los bienes de
los narcotraficantes y su extradición.
Un hecho insólito, aunque hoy muy frecuente, fue el
espionaje telefónico (abril de 1988) al presidente Belisario Betancur, así
también como las amenazas de muerte, acto que fuera reivindicado por el
narcotraficante colombiano Pablo Escobar, jefe del cartel de Medellín.
En este ambiente producto de los acontecimientos más increíbles,
por decir lo menos, la Organización de las Naciones Unidas, advertía de un
“maridaje” entre Sendero Luminoso, grupo guerrillero peruano liderado por Abimael
Guzmán Reinoso, hoy preso en Lima.
Al respecto el senador peruano Enrique Bernales, relator de
la tercera comisión sobre mercenarios, sostuvo que habiendo más de 100 mil
hectáreas de cultivo de coca en el Perú, Sendero Luminoso controlaba al
campesinado, cobrándole una comisión en las transacciones que realizaba con los narcotraficantes.
Por aquella época 1988, el Perú viva años terribles, y quien
mejor para recordar esa situación que el dirigente de izquierda, el senador
Bernales. Así sintetizaba la situación
en aquella época: “De manera realista los senderistas muertos en ocho años son unos tres mil y en consecuencia no hay más
de cinco mil hombres que movilizan actualmente Sendero Luminoso. Sin temor a
exagerar, el Perú está viviendo la más grave crisis desde su independencia en
la que confluyen tres elementos. En primer lugar la violencia generalizada, en
segundo lugar el agotamiento del modelo de Estado, que con variaciones de un
gobierno a otro funciona en Perú desde los años 30 en adelante. Y el tercer
factor es el fracaso en el manejo de la economía del país”.
El año anterior 1987, el senador de izquierda Carlos Malpica
sustentaba, que con el pretexto de combatir el narcoterrorismo estaban eliminando
a los dirigentes del pueblo. Argumento diferente al del senador Bernales,
siendo ambos de izquierda. Asimismo, el diputado de izquierda Tani Valer fue
tajante al criticar y rechazar el apoyo logístico de la Drug Enforcement Agency
(DEA) en el Alto Huallaga. Aun mas, proponían la alternativa que “EUA compre la
producción de hoja de coca y haga con ella lo que estime conveniente” (sic), y
solamente el Perú aceptaría la asistencia extranjera para la persecución de los delincuentes que tengan a su cargo los
laboratorios de cocaína. El peligro que esgrimían los defensores de esta
alternativa era porque la Secretaria de Estado de Justicia de los EUA pretendía
implementar un plan de penetración militar en el Perú con el pretexto de
combatir el narcotráfico.
Otro hecho singular que se producía por el mes de julio de
1987 en la lucha contra Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac
Amaru (MRTA), era según versiones, que
ex soldados estadounidenses, ex combatientes de la guerra de Vietnam
(mercenarios), participaban en la guerra contra subversiva en el Alto Huallaga,
en el operativo “Cóndor VI”. Esta versión fue descartada por la Drug
Enforcement Agency (DEA). Los informantes aseguraban que la relación senderista
–narcos era de una coexistencia sin una alianza explicita. Sin embargo era
evidente el control que tenía Sendero Luminoso
en la región de Tocache. Esta versión fue desmentida por quien fuera diputada por el departamento de
San Martin, la acciopopulista Blanca Rocha.
Por aquel año de 1987 las reuniones, el interés y visión
sobre el problema cocalero era sin lugar a dudas, un quehacer sin metas ni
horizonte, no había la noción más elemental a lo que los peruanos se
enfrentaban. Sin duda que el aspecto del financiamiento de las actividades
contra la producción de la hoja de coca estaban en pañales tanto en el aspecto
tecnológico como en cuanto a la formación de los responsables de los informes
técnicos. Solo se concretizaba el trabajo técnico a un levantamiento cartográfico
de la ubicación de los cocales, hecho que hasta el día de hoy se repite.
En este sentido fue el canciller boliviano y presidente de
la comisión de trabajo de la conferencia de las Naciones Unidas sobre el uso
indebido y el tráfico ilícito de drogas Guillermo Bedregal Gutiérrez, quien
sostuvo que Gran Bretaña, Finlandia, Francia, Italia, España, Alemania
Occidental y EUA, habían respondido positivamente a la petición de Bolivia de hacer
un esfuerzo internacional (3) para reducir la producción (4) y el tráfico de
cocaína. Todo un discurso.
El 13 de julio de 1987, Carlos Maravi Gutarra, director del
diario La República de Lima-Perú, sostenía “La Cámara de Representantes de los
EUA había aprobado una asignación de US$ 1,800 millones para el programa contra
el uso y el tráfico de drogas. El Senado redujo esta cifra a US$ 1,400
millones… la situación no es nada alentadora cuando más de 20 millones de
estadounidenses consumen marihuana por lo menos una vez al mes; más de 4
millones de personas consumen cocaína, y medio millón son adictos a la heroína”.
Para reducir estas cifras el presupuesto federal destinaba en 1984 un total de
US$ 1,439 millones y al año siguiente US$ 1,474 millones, montos destinados al
apoyo de los consumidores de drogas en los EUA. El gobierno federal estimaba
que el gasto por los usuarios solo en EUA era de US$ 4,000 millones anual en
heroína, unos US$ 18,000 millones en cocaína y unos US$ 14,000 millones en
marihuana. Los comercializadores obtenían una ganancia estimada en 200 % para la cocaína y marihuana,
y de 900 % para la heroína.
Frente a esta realidad, se celebraba en Viena la cita
mundial sobre las drogas, donde el Dr. Javier Pérez de Cuellar subrayaba que el
narcotráfico podría llegar a amenazar la seguridad de las naciones. El
secretario general de la Naciones Unidas no estuvo desenfocado al decir
semejante verdad, pues Colombia no fue la única nación latinoamericana que sufrió
el azote del narcotráfico, hoy lo padece México.
También es cierto que por aquella época, corrían los años
del primer gobierno de Alan García Pérez,
el cual proponía la privatización de la Empresa Nacional de la Coca
(ENACO), empresa que tenía a cargo la custodia y la comercialización de la producción
de hoja de coca. No se podía desoír la propuesta de un premio Nobel de economía
como era Milton Friedman, quien proponía la liberalización del consumo de la
cocaína. Un ministro (5) en la época del primer gobierno de Alan García Pérez
dijo que este tenía un pensamiento
tradicional respecto al problema de la drogas.
En medio de esta confusión de opiniones los narcotraficantes
y terroristas hacían de las suyas. Hasta se dieron el lujo de salir y entrar lealmente
del país después de prolongados viajes al exterior.
Para julio de 1987 en el Alto Huallaga existían 91
aeropuertos utilizados para movilizar la
coca. Estas pistas eran de uso para las avionetas provenientes de Leticia-Colombia en las que
se transportaban los cargamentos de dólares para la compra de la pasta lavada.
Esta mercancía regresaba a la frontera Perú-Colombia donde en laboratorios
totalmente equipados la transformaban en cocaína. Obtenida la cocaína, esta era
transportada a Guajira, costa atlántica de Colombia donde era trasladada a
vehículos que la transportaban por mar o aire hacia los Cayos de Florida,
alrededores de Miami y a la frontera entre México y EUA (limite Arizona-Sonora).
Esta es la ruta que se constituyó en objetivo de las fuerzas
policiales peruanas con la ayuda de los asesores estadounidenses.
A mediados de Julio de 1987 las autoridades peruanas
lograron reposicionarse en Tocache. Esta zona era contralada por Sendero
Luminoso y por los más poderosos narcotraficantes de la zona. Sendero Luminoso
controlaba en su totalidad toda el área, siendo Abimael Guzmán Reinoso el que
gobernaba atraves de un comité de administración y economía popular, el cual se
encargaba del cobro de los servicios de agua, electricidad, baja policía,
siendo a su vez el ente que registraba los nacimientos y las defunciones.
Esta comprobado que los cultivos de hoja de coca germinan en
cualquier tipo de suelo, incluidos los que presentan una mayor acides. Otra
característica del uso del suelo son
aquellas que se encuentran en pendientes y por lo general en tierras de
protección. Lo señalado es una realidad en la zona de selva alta de la amazonia
peruana.
En 1989 ya se conocía que la floresta amazónica tenía una
superficie de 7’000,000 km2. Para esa fecha se sabía que unos 27,000 km2 de
bosque eran incinerados (roso del bosque) para conseguir madera, incorporando
parte de esta superficie a la agricultura y como no al cultivo de hoja de coca
y otros. Por ejemplo, considerando la especie de madera caoba, esta aumenta en
10 veces su precio desde que es trasladada hacia el aserradero, y en más de 15
veces su precio para cuando llega a las fábricas donde se elaboran los muebles
o cuando son exportados.
En la amazonia brasileña cada año se incineraban 5,200 has
de bosque virgen con el fin de producir un millón de toneladas anuales de
carbón vegetal para empresas que producían hierro fundido. Esta práctica hizo
que en 1989 el 20 % de la amazonia de ese país había sido desboscada de
vegetación, lo que equivale aproximadamente a unos 500,000 km2.
En el Perú la tasa media de deforestación fue de 6.1 %
anuales, lo que equivalía a 31,439 has/año (1988). Sin embargo en 1980 el
registro oficial del sembrío de la hoja de coca era de 17,862 has localizados
en trece departamentos. Por aquel año, en la región centro oriental se producía
el 27 % de la producción cocalera que se dedicaba al narcotráfico. En el valle
del Urubamba (Cusco) se producía el 50 % de toda la producción de la región sur
de Perú.
Después de ocho años, en 1988, la extensión cultivada con
hoja de coca en Perú fue de 380,000 has, habiendo entre 3 y 6 cosechas al año.
Curioso es que cada zona geográfica del Perú estaba catalogada para producir un
tipo de hoja de coca, de acuerdo a su riqueza alcaloidea. En el sur se
utilizaba la variedad “LAMBRAM” con 1.5 a 1.1 gr % de riqueza alcaloidea; la
del centro oriental del Perú “MOLLECOCA” con 0.98 a 0.869 gr %; “FUSIFORME”
0.76 gr % y “OVOIDE” 0.63 gr %. Las variedades de coca en la zona del Marañón,
al norte de Perú, era la “TUPA o “TRUXILLENSE” (Trujillana) con 0.66 a 0.70 gr
%. Para 1988 existían más de 425,000 has sembradas con hoja de coca, siendo su
rendimiento de 958 kg/ha, lo cual daba una producción de coca de 404,320 TM por
cosecha, que producían en promedio unas 6,148 TM de cocaína. Desde 1990 el
cultivo de la hoja de coca se incrementó a 533,872 has, superficie que producía
785,647 TM de hojas de coca, de las cuales se obtenían 7,711 TM de cocaína por
cosecha.
En medio de todo esto, los EUA proporcionaban en ayuda al Perú
un total de US$ 41.4 millones destinados para la asistencia militar y ayuda a
la policía. La Agencia Antidrogas (DEA) reconocía que no existía cultivo capaz
de reemplazar rentablemente al cultivo de la hoja de coca. El otro hecho fue que entre
los senderistas y los narcotraficantes existía una relación consolidada de
ayuda mutua; Sendero Luminoso controlaba las pistas de aterrizaje cobrando una
tarifa de US$ 10,000 por avioneta que aterrizaba, y los narcotraficantes
cancelaban el importe. Habían hasta cinco avionetas por día que acarreaban
aproximadamente unas 2 TM de pasta básica de cocaína.
En medio de todo esto la administración de G.W. Bush, asigno
US$ 7,900 millones para la lucha contra las drogas en los EUA. Por otro lado,
la suma que debía ser gastada entre Bolivia-Colombia-Perú totalizaba unos US$
101 millones, destinándose este presupuesto para la erradicación de los
cultivos (45 %), para la interdicción (35 %) y para la sustitución de cultivos
y asistencia para el desarrollo (3.6 %).
Estas decisiones daban la espalda a la realidad, no solo de los países
productores sino también de los países consumidores de cocaína. Ayudaban a
senderizar y cocalizar la política y la economía, no solo en el caso peruano, y
fomentar la existencia de los carteles colombianos como una suerte de
maldición.
Sobre esta perspectiva, sin una visión concreta de encontrar
un final auspicioso para el Perú, el jurista Diego García Sayán manifestaba que
había una política orientada a
proporcionar alternativas a los productores cocaleros en torno a los cuales
gira hoy la vida de un millón de personas. Hasta el día de hoy la situación no
cambia, si tomamos en cuenta que ya pasaron 27 años.
Roberto Sacrustegui, sostuvo hace treinta años que las
muertes ocurridas en Chota-Cajamarca-Perú, por el enfrentamiento entre los
campesinos con la policía pusieron sobre la mesa la discusión del problema de
los “ronderos”, porque estos podrían haber tenido lazos con Sendero Luminoso,
mientras que en Tocache los narcos colombianos y peruanos aliados con los
terroristas se enfrentaban a las rondas campesinas. Esto no era más que la
alianza entre los narcos y terroristas.
En la actualidad después de haber diezmado las fuerzas
terroristas del MRTA y de Sendero Luminoso, solo queda en la zona del VRAEM grupos
de narcos que hacen de las suyas, corrompiendo inclusive a los miembros de las
fuerzas armadas, y asesinando a valerosos policías.
Nancy Reagan, sostuvo muy inteligentemente que la mejor manera
de combatir al narcotráfico no es bombardeando y quemando los cultivos, porque
de esta manera se ahonda el poder de perjudicar
al campesino; lo que se debería hacer, decía Nancy Reagan, es enfrentar
el problema desde una óptica social de prevención del consumo más que de
represión del productor. Esta sería otra opción frente al problema del uso de
las drogas, incentivar la educación preventiva.
Estados Unidos de Norteamérica, vivió un real acontecimiento
durante la vigencia de la Ley Nacional de Prohibición del Alcohol (1920). En
aquella época era director de impuestos Daniel C. Roper, quien para defender la utilidad de la ley dijo: “La Ley de Prohibición
será considerablemente violada al principio y después solo un poco; pero, en
términos generales, se la respetara y su resultado final será una nación
abstemia”. Este personaje no estaba solo en sus creencias. Andrew Volstead,
diputado que presento la Ley a la Cámara de Representantes sentencio diciendo
“Se cerraran para siempre las puertas del infierno”.
En 1933 el Congreso estadounidense desestimo la ley, pues el
índice de muertes por alcoholismo se había incrementado de 1 por 100,000 en
1920 a 3.9 por 100,000 en 1926. El número de presos se había incrementado de
32.3 por 100,000 en 1910 a 41.8 en 1926; el contrabando de alcohol se duplicaba
en valor cada dos años; el deceso de personas por enfrentamientos por la lucha
contra el tráfico de alcohol era de 21 personas; millones de personas
trabajaban al margen de la ley; por cada bar legal que cerraba, nacían tres
tabernas clandestinas; en 1917 estaban autorizadas 507 destilerías que fueron
reemplazadas por cientos de alambiques ilegales, habiendo sido clausurados
21,541 alambiques en 1931. Había nacido una poderosa mafia que hasta la fecha
opera en ese país.
Como dato curioso, el consumo de licor no aumento, en 1919 este
fue de 0.97 galones por persona, cantidad igual a la de 1934. Lo que se
incremento fue el consumo de alcohol de baja calidad que en 1928 en las
ciudades de Nueva York produjo 34 muertes y entre 1925-1929 mato a 4 de cada
100,000 personas.
La prohibición permaneció vigente durante 13 años, hasta que
el presidente Herbert Hoover, quien apoyo la ley, sostuvo en 1932 que la
prohibición había conducido muy cerca de convertir a la Constitución en letra
muerta.
En estos tiempos postmodernos las opiniones respecto a la
cocaína son muy variadas, aunque existe la costumbre, creemos por ignorancia,
de generalizar sobre el asunto cuando se habla de DROGAS, utilizando este término
como si todas fuesen iguales, olvidando que las hay de las que socialmente son
aceptadas como el café y el alcohol.
Todos los modelos que fueran utilizados en los últimos
cincuenta años para frenar tanto la producción, el consumo y la
comercialización de drogas es un rotundo fracaso. Téngase presente que
solamente en Italia para encarcelar a unos 200,000 aficionados a las drogas
tendrían que multiplicar por cinco su capacidad carcelaria. Y si nos remitimos
a las cifras reales, más de 40 millones de consumidores de droga desembolsan
por año unos US$ 300,000 millones para comprar variedad de productos
psicotrópicos.
Al respecto Sir Geoffrey Wilson, es bastante claro cuando
dijo “La sociedad está pagando un elevado precio por una política que
manifiestamente no funciona”. Lloyd D. Johnston, psicólogo de la Universidad de
Michigan se sumó a esta visión diciendo “La reducción de la oferta ha sido un
fracaso total; el mercado de la cocaína nunca ha sido mayor, el precio jamás
había estado tan bajo y la droga es más pura que antes”. Lo cierto es que hasta
el día de hoy los que políticamente gobiernan no se ponen de acuerdo si este es
un problema de salud pública o un problema jurídico y penal o un problema de
carácter psicológico social.
Queremos resaltar la gran incidencia que tienen las “leyes”
de la economía, pues países subdesarrollados como el Perú ha encontrado un
mercado necesitado de este tipo de productos, a falta de solución del problema social
a la falta de trabajo esta es una gran alternativa.
En octubre de 1988, la Señora Nancy Reagan, esposa del difunto
presidente Ronald Reagan, ante el Comité de las Naciones Unidas sostuvo: “No
voy a culpar a otros países por el problema de la droga en Estados Unidos… Es
mucho más fácil para Estados Unidos poner la mira en las plantaciones de coca
que cultivan trecientos mil campesinos peruanos, que encerrar al distribuidor
que podemos encontrar en las esquinas de nuestras ciudades”.
Actualmente en el Perú los grupos terroristas han sido
prácticamente erradicados, la aparición de un caso es asunto aislado. La
sociedad peruana conoce este problema porque durante décadas vivió junto a
ella.
El narcotráfico tiene un repunte lo bastante localizado como
para soslayarlo. Su intromisión en la vida cotidiana nacional aliada con el
silencio y la aparición de otros problemas sociales y económicos han corrompido
la base institucional encargada de la seguridad nacional.
El VRAEM, nombre abreviado de los valles de los ríos Apurímac,
Ene y Mantaro, es una área que desde el 2007 fue zona de alta pobreza, a donde
la actividad del narcotráfico se trasladó luego de haber operado en el Alto
Huallaga.
DEPARTAMENTOS, PROVINCIAS Y DISTRITOS EN EL VRAEM
DEPARTAMENTO
|
PROVINCIA
|
DISTRITO
|
Ayacucho
|
Huanta
|
Ayahuanco, Llochegua, Sivia, Santillana, Huanta
|
La Mar
|
Ayna, Santa Rosa, San Miguel, Anco, Samugari, Chunqui
|
|
Huancavelica
|
Tayacaja
|
Surcubamba, Huachocolpa, Tintay, Puncu, Colcabamba
|
Cusco
|
La Convención
|
Kimbiri, Pichari, Vilcabamba
|
Junín
|
Satipo
|
Masamari, San Martin de Pangoa, Rio Tambo
|
Huancayo
|
Santo Domingo de Acobamba, Pariahuanca
|
Muñiz &
Asociados
Alberto Fujimori Fujimori, quien en su gobierno de una década
(1990-2000) no pudo ni siquiera controlar el narcotráfico pero si lo estimulo
indirectamente, subió a un jet fletado por el primer ministro japonés. Más
arrugado y viejo. Con el estómago vacío y con su sonrisita estúpida de siempre.
Por fin iba a ser hombre para enfrentar la justicia peruana sin la cobardía que lo
caracteriza.
Sentado en su butaca de cuero y atendido como un príncipe,
solicita que le alcancen un vaso con jugo de naranja, mientras que el jet
inicia el decolaje. Mientras tanto piensa en su situación, hace un recorrido
mental de estos seis años que estuvo fuera del Perú, su segundo país. Volverá a
ver una vez más la geografía peruana desde la estratosfera, después de todo,
piensa el, que hasta el día que se muera será el centro de la atención peruana
y mundial. Su ego es tan amorfo que surge en sus recuerdos cada uno de los
episodios más gloriosos que protagonizo entre el 28 de julio de 1990 y el 28 de
julio del 2000.
Por fin se reencuentra con Lima, ciudad húmeda, nublada y
mal oliente, llena de mendigos, narcos, fumones
y rateros. Por fin se volverá a ver con los suyos, sus familiares,
correligionarios, ayayeros, dueños de bancos, militares, arzobispos y
Montesinos.
Termina su jugo de naranja, se pone de pie y se dirige al
baño. Cuando sale se le nota su tés demacrada, la comisura de los labios están más
pronunciadas, su delgadez es patética. El traje que usa envuelve a un tipo con
anorexia pero siempre esgrimiendo esa mirada fría y calculadora que solo las
almas más desprovistas de humanidad esgrimen, es como esos criminales que se
encuentran presos en las entrañas de su desgracia.
Solicita el dato de cuanto falta para llegar a su destino,
el aeropuerto Jorge Chávez. La claustrofobia lo invade. Se vuelve a sentar en
su butaca y pide que le alcancen un teléfono, pero este requerimiento no es
atendido. En medio de sus cachivaches encuentra una lapicera, toma un papel
cualquiera y escribe una nota para su hija Keiko, congresista elegida en las
ultimas elecciones del 2006: “Reúnete con tus hermanos, tío, correligionarios y
congresistas de nuestra bancada para evitar mi ingreso a la carceleta del
Palacio de Justicia”. Forma escueta de pedir auxilio de un ex gobernante práctico
y ejecutivo, pero ausente de la actitud
del líder por las causas nobles y dignas.
(1) Meese Edwin, procurador general de los
Estados Unidos de Norteamérica
(2) Betancur Belisario, ex presidente de
Colombia 1982-1986
(3) Según Bedregal Gutiérrez, la
erradicación de los cultivos de hoja de coca para detener el narcotráfico era
prioritario cuando se bajara el precio de la coca. Esta baja del precio de la
hoja de coca se daría cuando se destruyeran
las refinerías, arrestando a los narcotraficantes y proporcionando a los
campesinos agricultores fuentes alternativas de ingresos. Téngase en cuenta que
solo se requería US$ 130 millones.
(4) Bolivia suministraba el 50 % de la
cocaína mundial.
(5) Cesar Vázquez Bazán, ex ministro de
economía y finanzas.
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