El ser humano es una amenaza constante, en unos casos
actuando y en otros casos solo con su presencia genera una alteración.
No se puede soslayar el gran poder destructivo que ha creado la raza humana,
nadie esta exceptuado de caer en alguna de sus trampas por insignificante que
sea esta, aunque nadie en su sano juicio buscaría caer en una de ellas.
Desde siempre el ser humano ronda los vericuetos de la
maldad, unos con mayor descaro que otros, pero al fin de cuentas es lo mismo.
Años, décadas, siglos, milenios han tardado las fuerzas naturales en proveer
por lo menos a la Tierra de una naturaleza prodigiosa, aunque muchos no se hayan
dado cuenta.
Desde la revolución industrial en el siglo XVIII en que se encendió
la hoguera de la paulatina destrucción, las
transformaciones socioeconómicas, etnológicas y culturales impulsaron el
advenimiento de cambios muy profundos en todo orden de cosas. Ninguna porción del
planeta Tierra, incluido el espacio por encima de ella, se encuentra librado de
los problemas originados por el modo de producción, que algunos llaman revolucionario.
Ningún acuerdo, tratado o convenio ha logrado detener ni mucho menos alertar de futuros daños. Hasta
el presente no son pocos los que levantan su voz protestando por el alto riesgo
de vivir entre la contaminación por residuos tóxicos altamente contaminantes o
hasta por una simple determinación personal de fumar un cigarrillo.
La vulnerabilidad de la Naturaleza y de todo ser viviente se
encuentra en riesgo, sin embargo esto no es óbice para dejar de amenazar la
vida. ¿De qué le sirve al ser humano contar con infinitas comodidades si hasta
el día de hoy no ha resuelto el problema
de los residuos? ¿De qué nos sirve tanto adelanto tecnológico si un tercio de
la población mundial no tiene un provenir?
No es tiempo de buscar las razones a las que nos ha llevado
esta revolución industrial, pues solo en algo más de 200 años, lo que resta de
habitable en la Tierra es motivo de saqueo y destrucción, solo bastaron
doscientos años para extinguir lo que la Naturaleza tardo en crear y reproducir en millones de años. No
nos equivoquemos, en solo utilizar la vara de la economía como unidad de medida,
pues esta herramienta en muchos casos despista hasta el más sabio de los
sabios.
El mundo está empedrado de buenas intenciones, pero la
verdad salta a la vista. Muerte por doquier, depredación de los recursos
naturales, extinción de especies, deforestación, son solo algunos de los daños
causados después del inicio de la revolución industrial, no solo en Perú, en
todo el mundo.
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