A través de los siglos, los países, como es el caso del Perú, han visto diluirse frente a sus narices los réditos que proporcionan los recursos naturales. El ejemplo más cercano es la desaparición de la fauna marina, pues no solo la industria de harina de pescado contribuyó a la desaparición de especies pelágicas, sino también las embarcaciones factorías han arrasado no solo con el pescado sino también con la pota, entre otras especies marinas. Como resultado tenemos hoy en día las dificultades que viven los pescadores artesanales de la costa peruana y el efecto devastador en la economía familiar de los comerciantes.
El caso de la minería es emblemático; actividad económica codiciada por los grandes consorcios, los cuales no hacen distingos entre qué es qué o quién es quién, arremeten con prepotencia, sobornando conciencias y por supuesto atentando contra la vida de miles de miles de ciudadanos. El caso La Oroya es emblemático a nivel mundial sobre lo que genera la minería desenfrenada a lo largo del tiempo. La minería en el Perú es tierra de nadie. En la actualidad han puesto los ojos en la Amazonía tanto por el oro como por el petróleo que descansa en el subsuelo.
El Perú es uno de los candidatos a la EITI , pero de su participación ningún beneficio ha obtenido, todo lo contrario.
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